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Alvaro Fabián Luna Podestá
Publicado: 2016-11-17 18:01:57
Me congratulo en comentarles que mi cuento "Enemigo del pueblo" obtuvo el segundo premio del Concurso de cuento digital de Fundación Itau, entre más de 1400 participantes de Argentina, Uruguay y Paraguay. El cuento ficcionaliza una supuesta partida del match por el campeonato del mundo de ajedrez entre Botvinnik y Bronstein, y tiene la forma de un monólogo interno de Botvinnik, en el que se ve a punto de perder la corona y se imagina las consecuencias que la derrota podría acarrear, no solo a nivel ajederecístico, sino a nivel político y personal. En el mes de diciembre está previsto que se publiquen los cuentos ganadores en la página de la Fundación.
carrevi
Publicado: 2016-11-18 13:50:16
Como podemos acceder a el los que estamos "al otro lado del bosque"?

Felicitaciones
Lucmarar
Publicado: 2016-11-19 04:26:16
Felicitaciones Alvaro.-
Alonso Sergio
Publicado: 2016-11-19 14:05:06
Lo podés publicar Alvaro???

Felicitaciones!!
J . J
Publicado: 2016-11-19 20:57:31
Felicidades !!
Alvaro Fabián Luna Podestá
Publicado: 2016-11-19 21:39:41
Enemigo del pueblo
No puedo perder contra un ucraniano judío hijo de un enemigo del pueblo. No puede ser que tenga que pasar por esa humillación. Yo, un auténtico héroe soviético según palabras del propio Stalin, yo, un científico del ajedrez, yo, que le gané a Capablanca, a Aliojin, a todos, perder contra este campesino. Las caras de los miembros del Politburó en la primera fila lo dicen todo, aunque no entiendan completamente lo que está pasando. Ven la inminencia de la derrota en mi cara, en mi gesto de crispación, que trato de disimular sin éxito, en los ríos de transpiración que me bajan por la cara manchándome el cuello de la camisa. Si no logro meter mi caballo en cinco rey voy a ser pasto de la desgracia y del olvido. Tres jugadas, tres tiempos son los que me faltan para poner las cosas en orden, tres jugadas para seguir construyendo mi leyenda o para verla desmoronarse. No puedo ver mi cara pero debe ser un desastre. Si hubiera un espejo cerca. La cara de Bronstein es una pantera en la noche. Sabe que no puede perder. También sabe que no puede ganar. Sería incómodo para el partido, ni siquiera está afiliado. Qué va a estar, hijo de un kulak contrarrevolucionario. No puede ganar, no se trata solamente del campeonato del mundo, se trata de una muestra de la superioridad intelectual del proletariado, de la vanguardia de la revolución tomando por asalto un mundo de sesenta y cuatro casillas blanquinegras que es metáfora y espejo de este otro. No puede ganar, pero va a ganar. Debería haberle hecho caso a Molotov cuando me habló en aquella cena, cuando me dijo que él podía encargarse de todo. Como si yo no supiera. Pero no. No puede ser así. Yo debo ganar porque soy el mejor, porque tengo que ganarle a Bronstein ahora y siempre. No me sirve ganarle porque recibió la visita de un comisario político en la madrugada ordenándole perder. Jamás me perdonaría ganar así. Veinticinco años de carrera, veinticinco años de trabajo, noches agotadoras estudiando variantes, estudiando las partidas de mis predecesores y de mis contemporáneos, todo para llegar a esto. Si solo fuera alguien más aceptable, si me tocara perder contra alguien que no avergonzara al partido: Smyslov, Boleslasvky, yo qué sé. Deliro, voy a perder con Bronstein y a terminar mis días enseñando ajedrez en una escuela rural. Le dije a Molotov que de ninguna manera, que me ofendía, que no quería volver a escuchar algo así. Bueno, por lo menos mi dignidad…, ya movió, el rey, no creo que sea la mejor jugada, pero eso no cambia nada, sigo estando perdido. A esta altura lo único que me puede salvar es algún truco barato. Triste necesidad, las jugadas lógicas son piedras que construyen el camino de mi derrota. Las jugadas lógicas. Todo el concepto de mi ajedrez científico se basa en la lógica. Y este Bronstein, este farsante con sus trucos de feria, con sus celadas psicológicas, con sus fuegos artificiales que deslumbran a los idiotas. Sí, querido David, secretamente todos te admiran, y te quieren más que a mí. Secretamente dicen que mi ajedrez es aburrido. Tu ajedrez es arte, sorpresa, paradoja deslumbrante. El mío es apenas ciencia. La ciencia siempre es más aburrida que el arte. Pero la ciencia es la verdad, la única verdad, y yo quiero estar de ese lado, del lado de la negra, cruda y fría verdad. Pero ahora estoy desesperado y tengo que apelar a recursos desesperados. Torre por alfil. Sí. Si come con la dama juego la intermedia peón cuatro dama, jaque, tiene que tapar de caballo porque si no meto mi dama en ocho torre y mate en dos, entonces sí puedo llevar mi caballo a tres alfil y no puede parar caballo cinco rey. Pero claro, si come de peón estoy frito. Tengo torre uno caballo jaque que puede asustarlo, pero después de rey dos alfil se escapa y ya no tengo nada que hacer. Pero es mi única chance, le quedan diez minutos en el reloj, puede llegar a equivocarse, aunque no, un niño podría ver fácilmente ese truco barato. No importa, es mi única chance. Ya está hecho. No puedo quedarme a ver qué mueve, necesito levantarme de la mesa y caminar para calmar los nervios. Levanto la cabeza y miro al público, a las caras adustas que proclaman mi sentencia. No tengo que arrepentirme de nada. He sido un buen campeón, he hecho historia, millones de soviéticos se interesaron por el ajedrez gracias a mí. La historia lo dirá, aunque termine mis días olvidado en un pueblo de Siberia. Tatiana, ¿con qué cara voy a mirarte después de esta derrota? Ya movió. Antes de sentarme ya veo que comió con la dama. Ni siquiera me siento, juego peón cuatro dama sin pensar. La mano me tiembla al mover y me maldigo interiormente por permitir que mis emociones me traicionen. Un murmullo crece a mi espalda y miro la cara de Bronstein. Está blanca, como si le hubieran chupado la sangre de golpe. Abre los ojos hasta que casi se le salen de las órbitas. Se lleva las manos a las sienes e inclina la cabeza sobre el tablero. Aprieto los dientes, giro un poco la cabeza y veo que algunos espectadores se pusieron de pie, miran el tablero mural donde se reproduce la partida y hablan entre ellos. Algunos no pueden dominar la excitación y hablan en voz alta. Los miembros del Politburó también están parados, tratando de entender lo que pasa. Pobres idiotas, no tienen idea. Me siento y vuelvo a mirar a Bronstein, fijo mis ojos en sus dedos crispados sobre la cabeza y casi siento lástima por él. Piensa durante unos minutos, parecería que ni siquiera respira. Miro su reloj y veo que solo le quedan tres minutos. Entonces baja las manos a la mesa, menea la cabeza y me mira, antes de tenderme la mano. Una ovación atronadora baja de las gradas, el himno soviético empieza a sonar por los altoparlantes, superpuesto con la voz del locutor que proclama que yo, Mikhail Botvinnik, acabo de retener el título de campeón mundial de ajedrez. Me levanto, dispuesto a esperar el saludo de las autoridades y la proclamación oficial. En medio de la barahúnda, un hombrecillo de hombros caídos por el peso de la derrota se me acerca. Bronstein me estrecha una mano sudorosa y me felicita. En su cara flamea la bandera de la desolación, pero también creo percibir un atisbo de alivio.
Se da media vuelta y camina hacia la salida. Justo un instante antes de que la multitud que ha invadido la sala de juego me levante en andas veo que pasa ante Molotov, quien lo mira y mueve la cabeza haciendo un gesto afirmativo.
Alonso Sergio
Publicado: 2016-11-20 17:57:09
El cuento está bueno, tiene una redacción atractiva y reivindica la figura de David Bronstein con la teoría de que fue presionado para no ganar, imagino que debés ser un gran admirador de Bronstein… un jugador excepcional de aquéllos tiempos oscuros en la historia de la humanidad. Igual Bronstein nunca fue claro en sus respuestas sobre aquél match: “Me han preguntado muchas, muchísimas veces, si fui obligado a dejarme perder en la 23ª partida de mi match con Botvínnik y que si había una conspiración en mi contra para impedir que le arrebatase el título a Botvínnik. Se han escrito un montón de tonterías acerca de esto. La única cosa que estoy dispuesto a decir acerca de esto es que yo estaba sometido a una presión psicológica -desde varios frentes- tan grande que dependía totalmente de mí dejarme vencer o no por esa presión. Dejémoslo así”, cuenta David en el libro “Aprendiz de Brujo” (Ed. Paidotribo).

Sin embargo casi diez años después de aquél match: "Bobby, ¿por qué lloras por una partida? A mí me obligaron a perder el Campeonato del Mundo".El sensible David Bronstein trataba de consolar a un inconsolable Bobby Fischer después de que el campeón estadounidense perdiese una partida con el ruso Borís Spasski en el torneo de Mar del Plata de 1960.

Así relata Jonathan Simon Speelman las dos últimas partidas del match: Tras un sacrificio de peón por parte de Botvinnik, surgió un final en el que éste estaba luchando con su pareja de alfiles contra la pareja de caballos del bando opuesto. Entonces, el patriarca del ajedrez soviético comenzó a marear a Bronstein, tal y como Carlsen suele hacer hoy en día con su "masaje Magnus". Cuando retomaron la partida aplazada, Botvinnik logró aumentar su ventaja y creó una posición de zugzwan mediante 57.Ag5. Bronstein reflexionó durante 40 minutos y luego se rindió. En la última partida, Botvinnik logró entablar sin problemas porque Bronstein se había quedado absolutamente desanimado por la partida anterior. Dicha partida le acechó durante toda su vida y al cabo de tres o cuatro decenios, todavía seguía hablando de ella en sus charlas.

Vaya uno a saber qué fue lo que sucedió realmente… Pero esas cosas dejan secuelas y Bronstein nunca volvió a ese gran nivel que le permitió ganar los campeonatos soviéticos en 1948 y 1949 y a ganar otro Torneo de Candidatos que le permitiese enfrentar al campeón del mundo….

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La historia de Bronstein está especialmente marcada por los duros trances de su juventud, y es necesario detenerse en ellos para comprender algunos de los momentos cruciales de su carrera ajedrecística. Nacer judío en Kiev en 1924 no resulta desde luego afortunado. En primer lugar, porque esa generación resultó prácticamente sacrificada: solamente un 3% de los nacidos en la Unión Soviética ese año lograron sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial. Y en segundo lugar, porque ser judío, según sus propias palabras, “significa no ser ucraniano, ni tampoco ruso… sino algo distinto”, que en muchas ocasiones, se revela como una fuente de problemas y de marginación. Para empezar, porque ser judío y ucraniano eran dos factores que despertaban los recelos inmediatos del Partido, y no ayudaban a recibir favores dentro del politizado mundo soviético.

Paradójicamente, el impulso definitivo llegaría en 1937 (con 13 años de edad) a raíz de un hecho realmente penoso: el encarcelamiento de su padre, Iohonon Boruch Bronstein, bajo la acusación de “disidente”, por haber participado en unas protestas en la fábrica en la que trabajaba. El propio David presenció la detención de su padre, la medianoche del día de fin de año.
“Hay una razón principal [por la que me dediqué al ajedrez], aunque haya otras secundarias, como el hecho evidente de que me gustase. La razón que voy a darle le parecerá ingenua e inverosímil, pero es la verdad. Cuando era adolescente había leído en el periódico que un joven músico famoso había intercedido ante Stalin por su padre, un preso político. Y que la cosa había funcionado. Bueno, yo no creía que pudiese llegar a ser lo que se dice famoso en ajedrez, pero quizá si llegaba a conseguir cierto nombre, podría interceder por mi padre ante el Gobierno…”.

Una de las primeras consecuencias de la detención de su padre es que David vio truncadas sus intenciones de acceder a la Universidad para estudiar matemáticas, tal como era su vocación. Pero no quedaría ahí la cosa, ya que, aunque su padre fue liberado en 1944 (con la condición de mantenerse alejado de Moscú y Kiev), sus “antecedentes familiares” se convertirían en un estigma que Bronstein arrastró durante toda su vida. “El ser hijo de un ‘enemigo del pueblo’ se consideraba una mancha imborrable en su archivo personal. Un historial así decidía el destino de todos los hombres en la Unión Soviética”, explica Tatiana Boleslavskaya, hija de Isaac Boleslavski, y esposa de Bronstein desde 1984.

En los años 1945 y 46, Bronstein asaltaría ya los puestos de honor del Campeonato de la URSS, consagrándose como una gran figura al más alto nivel. A pesar de ello, y en un primer signo de marginación, la Federación Soviética no lo seleccionó para participar en el primer Torneo Interzonal de la FIDE, y si Bronstein consiguió tomar parte en él, fue gracias al voto de las federaciones extranjeras. El primer puesto alcanzado en esta prueba le valió la clasificación para el torneo de Candidatos, además del título de Gran Maestro Internacional (el más joven del momento) que la FIDE entregaba por primera vez en su congreso de París, poco tiempo después.

El torneo de Candidatos, celebrado en Budapest en 1950, no comenzó con buen pie para David, que perdió dos partidas a su comienzo. Sin embargo, se recuperó y empezó a luchar con mucha energía, y gracias a una agónica victoria en el último momento sobre Paul Keres logró empatar en el primer puesto con su viejo rival y amigo Isaac Boleslavsky. En el match de desempate entre ambos, disputado en Moscú, Bronstein se impuso por muy estrecho margen (+3 -2 =9). Superado este último obstáculo, nada separaba ya a Bronstein de su rival por el Campeonato Mundial: Mikhail Botvinnik.


El encuentro entre Bronstein y Botvinnik es uno de los matches sobre los que más páginas se han escrito -y más controversia ha desatado- en la historia del ajedrez. Finalizado con un empate (+5 -5 =14) que permitía a Botvínnik mantener su título de Campeón del Mundo, se ha especulado mucho con que si a Bronstein se le obligó a perder la partida decisiva, para no hacer sombra a la imagen de “héroe soviético” que se había construido alrededor de Botvinnik.

En cualquier caso, es triste decir que esa final por el Campeonato del Mundo ante Botvinnik fue el momento culminante en la carrera de David, quien no volvió a gozar de una segunda oportunidad. Sus pésimas relaciones con el campeón mundial, y su invariable negativa a integrarse como miembro del Partido Comunista Soviético (algo a lo que generalmente todo el mundo accedía, aunque sólo fuese por ahorrarse problemas) provocó que las autoridades empezaran a concederle cada vez menos invitaciones para viajar al extranjero. Aunque en el otoño de 1954 Bronstein visita Yugoslavia, y su viaje supone una preparación a la visita oficial que realizó Kruschev dos meses más tarde (lo mismo que los jugadores de tenis de mesa estadounidenses prepararon la visita de Nixon a China en 1972), David ya estaba condenado.

La definitiva caída en desgracia se produciría a causa de su amistad con Korchnoi. Tras haberle asistido como analista para preparar su primer duelo con Karpov, Bronstein fue además el único GM soviético que se negó a firmar la carta de condena por la “deserción” de Korchnoi, producida tras el torneo de Ámsterdam de 1976. A partir de ahí su presencia en los grandes torneos se hace cada vez más escasa, y su brillante carrera languidece poco a poco. Vive durante estos años gracias a sus colaboraciones con diarios y revistas (siendo columnista en el Izvestia), y de esporádicas conferencias y sesiones de simultáneas.

En fin, Bronstein fue un rebelde, tal vez como lo fue su padre… Un antisistema, todo lo opuesto a Botvinik, no es extraño que no hayan sido amigos y tampoco lo es que sí lo haya sido de Korchnoi… La única duda que me queda es si tenía algún parentesco, aunque sea lejano con León Trotsky (Liev Davidovich Bronstein), cosa que veo muy difícil...

Saludos!!
joan
Publicado: 2016-11-21 18:18:16
Muy interesante la literatura don Alvaro. Siempre me gustó todo lo que se ha escrito sobre estos dioses del ajedrez y tu aporte denota una gran imaginación. Gracias!!
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