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Dos genios, dos estilos, un legado
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Autor Mensaje
Eduardo
Publicado: 2013-04-22 04:21:31
“Una vez, durante un torneo en Moscú, un grupo de maestros analizaba el final de una partida. No podían encontrar la jugada correcta y mantenían muchas discusiones. De repente, Capablanca entró en la habitación. Le gustaba caminar mientras era el turno de jugar de su oponente. Comprendiendo la razón de la disputa, el cubano se inclinó sobre el tablero, dijo ‘sí, sí’ e inmediatamente redistribuyó todas las piezas para mostrar la posición correcta que permitía ganar la partida. No exagero. Don José literalmente empujó las piezas, sin hacer siquiera las jugadas en orden. Sencillamente las puso en los lugares que consideraba necesarios. De repente, todo quedó claro. Allí estaba el esquema correcto de la posición, ahora la victoria era fácil” (Alexander Kotov)

“A diferencia de Fischer, con su propensión a la claridad, y de Kárpov, educado en las partidas de Capablanca, desde mis años más jóvenes estuve enormemente influido por el juego de Alekhine, y fascinado por el suceso sin precedentes de su victoria en el match contra Capablanca de 1927. He admirado el refinamiento de sus ideas, y he intentado en la medida de lo posible emular su furioso estilo de ataque, con sus repentinos y atronadores sacrificios” (Garry Kaspárov)

“Era imposible ganar a Capablanca, contra Alekhine era imposible jugar”(Paul Keres)

La historia del ajedrez está huérfana de dos grandes acontecimientos, hitos que tenían que marcar el destino del reino de Caissa, pero que nunca se llegaron a celebrar. Uno fue el campeonato mundial entre Fischer y Kárpov, que nunca tuvo lugar porque Fischer, tras proclamarse campeón, había desaparecido del mapa y se negó a reaparecer aunque ello le costase la pérdida del título. El otro acontecimiento fue, claro, la revancha nunca celebrada entre Alekhine y Capablanca. Es como un gran agujero negro en mitad de una, por otra parte, muy rica historia.

Pero aunque su rivalidad quedase tristemente incompleta, ambos marcaron un antes y un después en el mundo del ajedrez; más allá de su agria rivalidad personal establecieron dos escuelas de juego totalmente opuestas, que han seguido vivas a través de los años. Los jugadores amantes del juego de ataque, del ajedrez bello, retorcido y fantasioso —jugadores como Mikhail Tal o Garry Kaspárov— se inspiraron fundamentalmente en las partidas de Alekhine. Los jugadores amantes del orden, la claridad y la lógica posicional, como Bobby Fischer o Anatoly Kárpov, aprendieron su estilo de Capablanca. La distinción entre jugadores ofensivos y posicionales existía ya desde el siglo XIX, pero fueron Capablanca y Alekhine quienes redefinieron esos roles para siempre.

Capablanca, además, tuvo un papel muy importante en la difusión social del ajedrez, gracias a su fama y su perfecto papel como embajador del juego en todo el mundo. Fue un hombre admirado y querido por el público, una auténtica estrella que llevó los tableros a las portadas de los periódicos. Su prodigioso talento natural le dio al ajedrez una aureola que no podría darse en otro deporte, sino más bien en la música, el arte o la ciencia; la del niño prodigio intelectualmente superior. Hubo genios ajedrecísticos antes que él, pero Capablanca rodeó la figura del genio de un halo casi místico. Durante décadas, a los nuevos valores del ajedrez y sobre todo a los niños prodigio se les comparaba con Capablanca (como hoy se les compara con Bobby Fischer).


El cadáver del campeón mundial Alexander Alekhine fue encontrado aún sentado a la mesa; tiempo después correrían ríos de tinta sobre las enigmáticas circunstancias de su muerte.
Alekhine, en cambio, no dejó tras de sí una imagen positiva (aunque, con el tiempo, las leyendas negativas pueden ser tanto o más fascinantes) e incluso durante sus últimos años finales se le llegó a detestar con bastante vehemencia. Pero más allá de las facetas oscuras de su personalidad, es innegable que Alekhine aportó dos cosas fundamentales al ajedrez. Una, el gusto por la belleza artística del juego, por el componente estético de las partidas repletas de movimientos asombrosos e inesperados… algo que Capablanca no hacía y que de no ser por Alekhine hubiese pasado desapercibido durante aquellos años. Y dos, la demostración de cuán importante es el estudio y la preparación en el ajedrez de élite. Aunque siempre pesará sobre Alekhine la vergüenza de haberle negado la revancha a Capablanca, el hecho mismo de haberle podido vencer tuvo una importancia capital en el desarrollo del ajedrez posterior. Alekhine demostró al mundo que no había nadie lo bastante superdotado como para que no se le pudiera vencer con la debida preparación. Creó la disciplina del jugador moderno: el talento natural no basta. El ajedrez era un arte para él, pero al igual que un músico, el ajedrecista sólo da lo mejor de sí con el estudio y la práctica. Capablanca fue el último de los campeones bohemios. Después de Alekhine, el campeonato mundial de ajedrez ha pertenecido sólo a quienes combinan su talento innato con un trabajo agotador.

Además, esto tampoco se puede obviar, las partidas de Alekhine están entre las más bellas y entretenidas que ha producido el juego/arte/ciencia de las sesenta y cuatro casillas, mientras que muchas de las partidas de Capablanca son admirablemente sólidas… pero no tienen un “golpe de efecto” que haga saltar en su silla al aficionado medio. Personalmente, para quien suscribe son mucho más interesantes las partidas de Alekhine que las de Capablanca, cuyo estilo me resulta más bastante monótono, aunque lógicamente su clarividencia posicional es a menudo fascinante.

Alekhine también fue responsable de otro considerable legado, aunque no voluntariamente: su discutible comportamiento una vez convertido en campeón y la manera calculadamente antideportiva en que retuvo el título, obligó a la FIDE a cambiar las reglas. Tras la muerte de Alekhine, se estableció un nuevo modelo que obligaría a cada nuevo campeón a jugarse el título periódicamente, y si decidía no enfrentarse al aspirante, sencillamente se le despojaría de la corona.

Fueron dos genios, de temperamento opuesto, estilos opuestos y destinos igualmente opuestos. La historia del ajedrez les recuerda como igualmente grandes, y todo cuanto necesitan para que su rivalidad se filtre en el inconsciente colectivo —como la de Mozart y Salieri— es que alguien ruede una gran película sobre ellos, sobre cómo vivieron y jugaron el uno en torno al otro como dos estrellas que orbitan juntas en un sistema binario, robándose mutuamente la energía, intentando eclipsar el brillo del otro proyectando un brillo todavía mayor. Representaban como nadie la dualidad de la competición y de la vida, el día y la noche, la calma y la tempestad, el ying y el yang: si el público no tuviese tan poca memoria, Capablanca y Alekhine serían arquetipos universales. En el mundo del ajedrez, de hecho, ya lo son, como unos modernos Caín y Abel. Una historia única que, muy a mi pesar, he resumido de manera muy imperfecta en el formato de este artículo dividido en dos partes, pero a la que hubiese dedicado un libro entero sin dudarlo. Algo así sólo podía superarse si un ajedrecista fuese capaz de reunir en su sola persona el ying y el yang, a Capablanca y Alekhine revueltos en una sola mente. Ese individuo, por cierto, fue Bobby Fischer, pero, como suele decirse… esa es otra historia y será contada en otra ocasión.

Fuente Jot Down, publicado por E.J.Rodriguez
Oscar Chao
Publicado: 2013-04-22 04:52:18
Añado un pequeño aporte:
Capablanca y Alekhine jugaron a lo largo de sus vidas, entre el match de Buenos Aires y partidas de torneo, 52 partidas de ajedrez:
Empataron 38 y ganaron 7 cada uno.
Sobre esto dijo Kasparov: "Caissa es severa, pero justa".

Saludos.
Oscar Chao
Alonso Sergio
Publicado: 2013-04-22 05:35:32
Muy buena Edu, debe ser la conclusión de la larga nota que presenté, me parece que por la forma de escribir es el mismo autor, un lujo amigo.
Muy buena Oscar la estadística de estos monstruos, aunque algo no cierra, ya que estaban (+5, -0, =7) a favor de Capablanca antes del match, el match terminó (+3, -6, =25), y ahí sumas 8 victorias para Capablanca y 6 para Alekhine. Pero mas allá de algún error es de destacar que luego del match jugaron pocas partidas, apenas 6, teniendo en cuenta que Capablanca se iba a retirar 12 años mas tarde de disputarse el match. Una época que se cierra con la muerte de Alekhine y el único ex campeón con vida que va a quedar es Max Euwe.
Saludos!!
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